Allí estaba, durmiendo en posición fetal, con las manos en la entrepierna.
Intentando no moverme para no perder ni una pizca del calor que había
conseguido reunir en el saco de dormir. Entonces un suave zumbido japonés me rescató de los brazos de Morfeo. Eran las cinco
menos cuarto de la mañana y ya era de día. Varios motards ingleses ya se estaban encuerando
y calentando sus erres para ir a
rodar a La Montaña… ¡Putos quemaos!
¡Benditos quemaos! No pude hacer más
que dejarme llevar por la llamada de la
manada y comenzar a desperezarme. Ese sería el ritual de mis mañanas en
Isla de Man. Despertarme, subirme en la
Mille e irme a rodar por el Mountain Course.
O al menos intentarlo, porque los primeros días me encontré el mítico
tramo cerrado cada vez que iba, bien por algún accidente o bien por la
climatología. Y recuerdas que estás ante algo muy serio. La primera vez que
ruedas con tu moto por las carreteras del trazado de carreras entras en una
especie de estado de shock… Al
notar los infinitos baches en tus antebrazos, ver las humedades del firme y
pasar, a velocidades legales, esas curvas que a alta velocidad deben ser un
auténtico acto de fe, solo piensas en que esto es una cuestión de
cojones. De muchos cojones. El paisaje y los pueblos por los que pasas
son bonitos, pero… eso no te llama la atención. Es el ver algunos árboles y
postes de tráfico forrados con algo de espuma, y pensar que las medias de
velocidad son superiores a doscientos kilómetros por hora, lo que te hace sudar
frío.
Al llegar a Ramsey, pasado Parliament Square, ya en May Hill, veo
que el tramo de La Montaña está
cerrado por accidente… Algunos motards
están sentados en los bordillos, esperando impacientes a que abran para meterse
en vena su ración de adrenalina mañanera. Diez minutos de espera hacen que me decida
a volver a Douglas por la costa, por Maughold, Laxey y Baldrine.
Preciosa carretera. Al llegar al camping, y mientras me ducho y me aseo un
poco, no puedo parar de pensar en que además del inmenso respeto que ya tenía por
todo piloto que participaba en un TT, ahora sentía la mayor de las admiraciones.
Entre comprar otro par de camisetas, visitar de nuevo Grandstand, en
particular el equipo de Antonio y el de los escoceses que tenía en frente, con
su increíble sidecar artesano (con unas soldaduras que ya eran ellas
solitas una obra de arte), y comerme un fish&chips,
se me fue medio día. Luego unas pintas en el Sam’s Bar para rematar la tarde.
Eso sí, después de haber alucinado viendo multitud de posters y carteles de
Joey Dunlop a tamaño natural por todas las librerías de Strand Street. Vaya gustazo ver esos
escaparates. Por la noche me conecté con algunos amiguetes de las redes
sociales mientras me ponía fino de Carling…
y así, sin darme cuenta, me había pulido
mi segundo día en Man.
El lunes veintisiete amaneció lluvioso y con mucho viento, lo normal por
estas latitudes, vaya. Ya me lo había dicho Antonio el día anterior, cuando
lucía el sol: "aprovecha, que este
tiempo no es normal por aquí". Decidí darle un descansito a la Mille y dejarla tapada con su funda.
Tras repasar las cuentas (importante cuando eres un motoflauta con poca pasta)
y planificar un poco la ruta irlandesa, bajo el resguardo de la carpa del
camping, me fui a Grandstand. Una vez allí, aprovechando que empezaba a
coger confianza, me refugié un rato con los amigos del Oh
Carallo Racing Team, que estaban ultimando la SuperTwin para esa tarde. Y para entrar en calor, nada como un
bocata de carne de ternera, al estilo guiri,
en el bar del paddock. Acompañado de
un par de pintas, of course.
Tras ver como Nadal ganaba su partido, me bajé al paseo marítimo de
Douglas. De casualidad, me encontré con una galería de arte con una
espectacular escultura en vidrio y metal: The Glass Rider. La foto no le
hace justicia, era impresionante en vivo. La moto estaba hecha de placas de
acero inoxidable soldadas y el piloto de trozos de vidrio, principalmente culos
de botellas, sujetos por alambres trenzados con miles de nudos. De cerca se
podía admirar el impecable trabajo en los detalles. El artista estaba allí y me
contó que quería reflejar la fragilidad del motorista. Le había costado cuatro
mil horas de trabajo y la moto se basaba en su Suzuki. Un tío realmente simpático,
que me confesó que le gustaba mucho su GSXR pero que el sonido de los V-Twin le volvía loco... Para los más
curiosos, el precio era de cuarenta y cinco mil libras.
Mientras me tomaba una pinta en el Sam’s Bar, dejó de llover, así que me
volví dando un paseíto al paddock.
Comenzaban las verificaciones y no me las quería perder. Es un ritual
sencillo, pero para el aficionado es un auténtico gustazo ver pasar todas las
máquinas que van a participar a un palmo de tus narices. Aquí no hay lonas que las
tapen, esto es pasión por la competición en estado puro, nada más (y nada
menos). Al no estar acostumbrado a verlos, alucinaba con los sidecares. Les
desmontan el carenado y puedes verlos con detalle. Te das cuenta que cada
copiloto tiene los asideros y los apoyos en distintos sitios, a su gusto. Es
muy curioso. También me llamó la atención ver a más de una chica integrando estos
equipos, ya fuera como copiloto o como mecánico. Olé por ellas, sí señor.
Creo que nunca he visto a tanta gente con tanta pasión y velocidad en los
ojos. Desde los más abueletes hasta los más críos. Era como estar en una
especie de feria del Joe Bar Team. Además, miras atrás y ves a Conor
Cummins charlando con una pareja. Miras al fondo y ves a John McGuinness
riéndose con Michael Dunlop. Miras a la izquierda y ves a James
Hillier ajustándose el mono. Vuelves la cabeza y pasa frente a ti la
valiente Maria Costello charlando con otro piloto. No me va demasiado el
rollo fan, de hecho pude pero no me
hice fotos con ningún piloto, excepto con Antonio Maeso, al que tengo
especial cariño. Pero eso de estar allí, viendo a esos extraterrestres a los que has visto decenas de veces volar bajo en videos imposibles, paseando tan a gusto entre los aficionados, es
algo muy, muy especial. Ese rollito
se perdió hace lustros en el Continental
Circus, ese mundial que nos venden algunos como la máxima expresión del
motociclismo de competición... Ejem.
Los entrenamientos oficiales comenzaron, ya con todos los participantes. Primero estuve un rato en las gradas de Grandstand para ver algunas salidas, entre ellas la de Antonio con la KTM RC8. La mayoría salen como si el comisario les pellizcase el culo en vez de tocarles el hombro… ¡a jierro! Al estar en la zona alta de las gradas me percate de algo de lo que al pasar montado en la moto no me había dado cuenta. Lo había leído en algún sitio, pero realmente impresiona verlo con tus propios ojos: detrás del famoso panel de control de la recta está el cementerio de Douglas. Respeto. Uno traga saliva. Después de un rato me fui a Bray Hill, una de las zonas más espectaculares para el espectador. Es la gran bajada gas a fondo que hay tras pasar la meta, en la que en un cierto punto en el que cambia un pelín la rasante, ves como comprimen a tope las suspensiones y rozan las quillas, una auténtica salvajada.
Los entrenamientos oficiales comenzaron, ya con todos los participantes. Primero estuve un rato en las gradas de Grandstand para ver algunas salidas, entre ellas la de Antonio con la KTM RC8. La mayoría salen como si el comisario les pellizcase el culo en vez de tocarles el hombro… ¡a jierro! Al estar en la zona alta de las gradas me percate de algo de lo que al pasar montado en la moto no me había dado cuenta. Lo había leído en algún sitio, pero realmente impresiona verlo con tus propios ojos: detrás del famoso panel de control de la recta está el cementerio de Douglas. Respeto. Uno traga saliva. Después de un rato me fui a Bray Hill, una de las zonas más espectaculares para el espectador. Es la gran bajada gas a fondo que hay tras pasar la meta, en la que en un cierto punto en el que cambia un pelín la rasante, ves como comprimen a tope las suspensiones y rozan las quillas, una auténtica salvajada.
No recuerdo muy bien en que momento de la tarde sacaron la bandera
roja y se suspendieron los entrenamientos, pero ya llevábamos bastante
tiempo. Imaginé que por lluvia en alguna zona del circuito. Pero por desgracia
no fue así. Mientras iba hacia el camping escuché hablar a la gente algo sobre
un accidente, pero no me enteré del todo bien. Fue al conectarme a internet cuando
leí que el piloto Yoshinari Matsushita había fallecido en un accidente
en Ballacrye. El respeto, el silencio y la tristeza se sintieron por toda
la isla esa noche. No importa el lugar o las circunstancias, perder a un hermano motard es una gran putada.
Y el Tourist Trophy es una prueba tan mítica y gloriosa, como
cruel a veces. Los riders son de otro
planeta por su pericia y su valentía, pero también son mortales, igual que nosotros. Matsushita siempre lucía una gran sonrisa y era muy querido en el paddock. Los hombres que como él, se
fueron de este mundo haciendo lo que querían, volar bajo en La Isla, nunca
serán olvidados. Son los auténticos héroes de esta carrera. Alzo mi casco
al cielo por ellos.
El TTour en Nostromoción:
· I) Comenzando a soñar.
· II) Inglaterra & Escocia.
· III) Escocia.
· IV) Escocia & Inglaterra.
· V) Tourist Trophy. Isla de Man (I).
···
· VII) Tourist Trophy. Isla de Man (III).
· VIII) Tourist Trophy. Isla de Man (IV).
· IX) Tourist Trophy. Isla de Man (V).
· X) Tourist Trophy. Isla de Man (VI).
· I) Comenzando a soñar.
· II) Inglaterra & Escocia.
· III) Escocia.
· IV) Escocia & Inglaterra.
· V) Tourist Trophy. Isla de Man (I).
···
· VII) Tourist Trophy. Isla de Man (III).
· VIII) Tourist Trophy. Isla de Man (IV).
· IX) Tourist Trophy. Isla de Man (V).
· X) Tourist Trophy. Isla de Man (VI).
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