Y entonces llegué a La Meca.
Cuando por fin pude rodar en el tramo de La Montaña… lo entendí todo. Por
qué van gas a fondo, por qué vuelven año tras año, por qué se juegan la vida.
Sentí tan sólo una ínfima parte de lo que deben sentir los TT riders, pero lo comprendí. Rodar con tu moto por todo el
circuito que conforma el Mountain Course es un lujo, pero exprimir tu máquina por esa montaña que
le da nombre al trazado, pocas horas antes de que pasen los dioses de la velocidad, es una auténtica
barbaridad. Lo que se vive ahí arriba es pura magia, que te atrapa y te
envenena. No sabría explicaros que ocurre, pero la carretera te pide que te
fundas con ella. Sin duda, una de las mejores experiencias que puedes vivir
sobre dos ruedas.
Puede que algunos que también lo hayan hecho digan que no es para tanto,
pero recordad que yo estaba viviendo un viejo sueño. Pilotar mi querida Mille
por ese trazado en un solo sentido y sin límites de velocidad fue algo muy grande.
No os engañaré, el respeto me pudo y a pesar de que sí que iba ligero, cuando me pasaba un carbonilla con matrícula británica
apenas le veía un par de segundos. Daba miedo ver cómo iban algunos. Al
principio eso te corta, vas casi más pendiente de los retrovisores que de lo
que tienes delante. Pero a la tercera o cuarta vez que lo haces comprendes que
es mejor ir rápido (no confundir con ir al límite…) sin obsesionarte con los que
vienen de atrás, como en unas tandas en circuito. Te pasarán menos y serán los
que mejor se conozcan el trazado. Ojo, nunca hay que olvidar donde estás. Rodar
allí es algo que debes tomarte muy en serio, no es un juego.
Antes de disfrutar en las alturas,
en Douglas conocí a dos ingleses a lomos de otra RSV y una Tuono. Se ven muchas
italianas de Noale en Man, nunca había visto tantas, ni tantas RSV. La Mille estaba feliz. Me recomendaron un concesionario
Aprilia para cambiar la goma trasera. Bueno, no sólo me lo recomendaron sino
que me acompañaron hasta Ramsey. Y es que, además de nitrógeno y oxígeno, la
atmósfera en Man se compone de buen rollo.
El taller era Paul Dedman Performance, os lo recomiendo. El dueño es un
tío muy majete y muy profesional. Además de con varias Aprilia, MV Agusta y
Royald Enfield, adornaba la zona de la tienda con fotos de haber patrocinado a
algunos pilotos locales. Quedé en cambiar el neumático ese viernes. Mientras
tensaba la cadena, que estaba llegando a su fin, me tomé un café viendo como
los chavales de una escuela de vela hacían diabluras por el lago Mooragh.
Tras flipar por la montaña mágica,
paré en Creg-Ny-Baa. Entonces escuché a dos tipos discutir en catalán.
Me acerqué y me presenté. Allí estaba Vicenç echándole la bronca a Paco,
un megacrack sexagenario, porque
parece ser que se había emocionado
más de la cuenta en La Montaña y había dividido al grupo… Me cayeron bien desde
el primer momento. Al poco rato llegaron José Antonio y Ricardo, otros
dos tíos estupendos. Los cuatro iban en unas cómodas BMW R1200GS, tres
Adventure y una de las nuevas de agua.
Como hicimos buenas migas decidí pasar el día con ellos. Lo primero fue poner
rumbo a Ramsey y tomarnos unas cervezas en The Swan. Más tarde cayó una rica hamburguesa en un garito
cercano del que no recuerdo el nombre.
Por la tarde, para ver los entrenamientos, nos hicimos fuertes en una valla justo frente a la escapatoria de Parliament
Square. Un sitio cojonudo que por desgracia no disfrutamos porque, al no
parar de llover, los entrenos de ese día fueron cancelados. Hay que decir que con
el suelo mojado sí se corre, pero no con lluvia. Nos fuimos un poco
decepcionados hacia Douglas, tranquilitos por la carretera de la costa porque
no paraba de jarrear. Al llegar saboreamos unos gintonics en su hotel, contando y recordando historias del motociclismo
más añejo con Paco, un auténtico quemado
que incluso participó en las 24 horas de Montmeló. A pesar de estar muy, pero
que muy a gusto, antes de liarme
demasiado me fui al camping. Y descubrí con rabia que la tarjeta de la cámara
había petado y no tenía ni una sola
de las muchas fotos que me hice con ellos, ni el video de mi primera pasada por
La Montaña… (¡Mierda!). Al día siguiente no pudimos contactar y al otro ya se tenían
que ir. Gracias amigos por ese gran día, espero que leáis esto y algún
día volvamos a vernos.
El miércoles veintinueve me levanté temprano. Había amanecido soleado,
por lo que el ritual estaba claro: ducha y a La Montaña. Uno no se cansa
de montar en moto allí. Para los que vivimos con pasión este mundillo, no hay nada mejor y más
gratificante. A pesar de estar algo húmedo el asfalto, una vez más me fue
imposible disimular la sonrisa al quitarme el casco, cosa que hice frente a la
estatua de Joey Dunlop. Esa vez no pasé de largo y paré a mostrarle mis
respetos al King of the Roads. El memorial a su figura está en el mejor
sitio imaginable y con las mejores vistas de lo que un día fueron sus dominios.
Siento debilidad por Joey. Visitarle en su reino, contemplando esa carretera
mágica donde se forjó su leyenda fue muy especial y emocionante para mí. Me
sentía el hombre más afortunado del planeta estando allí…
Una vez terminé mis sesenta kilómetros de vuelta al pasar por Grandstand,
decidí que no tenía nada mejor que hacer y sin parar me di el gustazo de dar
otro giro completo al trazado. Después de visitar al Rey de la Montaña
estaba que me salía del pellejo. Al
concluir esa segunda vuelta paré en el paddock.
Por cierto, ¿os he dicho lo bonitas y lo bien que sonaban las Norton? Fui
a saludar a los amiguetes del equipo de Antonio Maeso pero sólo me
encontré con Sergio, uno de los mecánicos. Me dijo que estaban probando la Hayabusa eléctrica en otra zona de la
isla. Así que, como el día continuaba con un solecito muy agradable, y aún no
era la hora de comer… ¿qué hice? Correcto. Me subí en la Mille y me dispuse a dar mi tercera vuelta completa al Mountain
Course.
Esa vez no pasé de largo la Milla Trece. También quería rendirle
mi particular tributo a otro grande: Santiago Herrero. No supe localizar
el lugar exacto, pero fue en esa fatídica milla donde perdió la vida uno de los
mejores pilotos españoles de la historia. A lomos de su Ossa. Cuando iba
tercero en la última vuelta de la carrera de 250cc de la edición de 1970. No
sabemos hasta donde hubiese llegado Santiago, pero nadie duda de que hubiese
sido a un lugar muy, muy alto. Desde ese enorme cariño con el que se le
recuerda, me gusta pensar que en algún lugar están todos estos genios que nos
dejaron demasiado pronto, juntos. Joey sirviendo cerveza, Marco
pinchando, volviendo loco a Mike con la música de ahora, David
riendo con Robert recordando La Montaña, Santiago mirando
incrédulo esas motos eléctricas actuales. Porque hay un Olimpo de los dioses de
la velocidad.
Al llegar a Ramsey, de nuevo me encontré con el tramo ‘one way’ cerrado por accidente. Y
entonces llegó la otra cagada del
viaje. La primera fue al quedarme sin gasolina en mi segundo día de ruta, cerca
de Salamanca. Pero aquello gracias a tener buenos amigos quedó en una anécdota.
Esto… casi un año después, aún no lo sé. Al salir de Ramsey, buscando la
carretera de la costa para volver a Douglas, apuré un poco la primera marcha, y
justo cuando iba a cambiar a segunda una oronda figura me dio el alto.
Me habían pillado con la magnum de ondas
electromagnéticas. No sirvió poner mi mejor cara del gato de Shrek, ni decir que me había despistado por
aquello de las millas por hora. La consigna era clara, si al día siguiente no
iba a los juzgados, sería arrestado. No daré detalles aquí, asumo mi
error, pero ni mucho menos iba excesivamente rápido ni haciendo el loco.
Finalmente escapé del periplo pagando
veinticinco libras… de trescientas treinta. Ojito
los que vayáis a Man, sobre todo en las entradas y salidas de las poblaciones
(límite de 30mph). Están al acecho. Mucho menos, pero allí
también hay crisis.
Volví al camping un poco de bajón.
Comí y me eché una siesta para despejar la mente. Al despertarme me fui a ver
los entrenamientos de nuevo a Bray Hill, justo donde cambia la rasante
hacia arriba antes de la bajada a Quarterbridge. Iba tarde, estaban a
punto de cortar la carretera y el público me jaleaba de cachondeo para que le
diese caña a la Mille. Si ellos supiesen… Un marshal me hizo señas para que entrase en una calle. Aparqué justo
antes de que cerrasen los accesos y tomé posición. Pasé una buena tarde, con compañeros de valla muy divertidos, pero
reconozco que estaba un poco escocido
por lo de la multa. Al volver al camping no tuve más remedio que agenciarme un pack de Carlsberg para ahogar
las penas. Y con la primera lata lo hice, no era cuestión de dramatizar.
Qué coño, era un proscrito. Pero estaba feliz, estaba en el Tourist Trophy.
El TTour en Nostromoción:
· I) Comenzando a soñar.
· II) Inglaterra & Escocia.
· III) Escocia.
· IV) Escocia & Inglaterra.
· V) Tourist Trophy. Isla de Man (I).
· VI) Tourist Trophy. Isla de Man (II).
···
· VIII) Tourist Trophy. Isla de Man (IV).
· IX) Tourist Trophy. Isla de Man (V).
· X) Tourist Trophy. Isla de Man (VI).
· I) Comenzando a soñar.
· II) Inglaterra & Escocia.
· III) Escocia.
· IV) Escocia & Inglaterra.
· V) Tourist Trophy. Isla de Man (I).
· VI) Tourist Trophy. Isla de Man (II).
···
· VIII) Tourist Trophy. Isla de Man (IV).
· IX) Tourist Trophy. Isla de Man (V).
· X) Tourist Trophy. Isla de Man (VI).
Bueno, sólo ha tenido que pasar 1 año para que escribieses, pero a merecido la pena proscrito, jajajaja
ResponderEliminarJeje, gracias! Me ha pasado como lo de ir a Man, que lo vas dejando, lo vas dejando... pero antes del TT '14 termino la parte de la isla! Luego queda Irlanda y Francia, pero ya sin bulla... :)
EliminarQue gran relato me pongo en la piel lo que se debe de sentir y no puedo imaginarlo, pero espero que algun dia consiga poner mis pies en esa maravillosa Isla gracias por tu relato y buenos consejos ubs y un gran saludo motero amigo.
ResponderEliminarGracias a ti por tu amable comentario. Y descuida, que seguro que algún día vas, los sueños si los persigues con muchas ganas se terminan cumpliendo! Un saludo.
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