lunes, 2 de diciembre de 2013

TTour 2013: Escocia



Es difícil perder la sonrisa mientras uno disfruta del ambiente y el panorama que te ofrece Edimburgo. Tras visitar la Royal Mile y la Catedral de St Giles, volví a subirme a la moto y me dirigí a Calton Hill. A esta zona la llaman “la Atenas del Norte” por la cantidad de edificios y monumentos al más puro estilo griego clásico que hay. En la colina te encuentras con el Monumento Nacional de Escocia y el Monumento a Nelson, entre otros. Pero sobre todo con unas vistas espectaculares de la ciudad. Yo poco pude disfrutar de ellas ya que, mientras terminaba de subir las escaleras y la empinada cuesta de acceso, comenzó a llover bastante fuerte y toqué retirada.


Hacía un momento que el sol dominaba las alturas, ¿de dónde coño habían salido esas nubes? Una pena porque con lo que resoplé para llegar arriba bien me merecía unos minutos para disfrutar del paisaje y hacer unas fotos, pero era una lluvia de esas desagradables que atacan lateralmente por el vientazo reinante. Pensé que mejor me iba ya a Stirling. Pero… ¿seguro que Murphy era yanqui? ¿No sería escocés? Nada más volver a subirme a la Mille salió de nuevo el sol. Así que me volví a parar en un puente para hacer algunas fotos más y, al quitarme el casco… sí, se oscureció todo de repente y comenzó a granizar al son de un viento helado de tres pares. Tras dos horas y media abandonaba Edimburgo. No sé si fue buena idea hacer esa pequeña toma de contacto porque me quedé con ganas de quedarme un par de días… Muy recomendable, pero id con tiempo para disfrutarlo como se merece.
 
 
El camino hacia Stirling, antigua capital del Reino Escocés y donde pasaría la noche, no lo recuerdo bien, supongo que por estar concentrado al máximo en conducir con granizo primero y lluvia después. Al menos escampó al llegar al Willy Wallace Hostel, albergue con buen ambientillo de trotamundos y gente joven. La jornada no había estado mal, unos quinientos cincuenta kilómetros, de los que disfruté de verdad los ciento treinta anteriores a Edimburgo. Por la noche me di un paseo y me tomé unas cervezas en un pub. Volví a dormir como un lirón. La Mille la dejé en el aparcamiento de la estación de tren. La pobre fue la única noche que durmió sin su funda y me lo echó en cara por la mañana tosiendo tres veces antes de arrancar. Mucho, mucho frío.
 
 
Para ese día, jueves ya, tenía un “ambicioso” plan de ruta que como veréis no pude completar, aunque la alternativa no estuvo nada, pero que nada mal. La idea era ir hasta Inverness, Loch Ness y Fort William, pero los pronósticos de nevadas en esa zona, y sobre todo no haber madrugado y tomarme las cosas con demasiada calma, hicieron que desistiera del intento… Salí de Stirling al mediodía. Tiene bastante encanto y, aunque no trasnoché demasiado, me pareció ver una buena atmósfera nocturna, con mucha gente joven de parranda. La visita a su castillo y al Monumento a Wallace (en las afueras) son obligadas. Por cierto, seré un raro, pero me gusta pasear por cementerios añejos como el que hay bajo el castillo, de esos apacibles de verdad, con árboles, lápidas hincadas en la hierba… y buenas vistas, aunque sus inquilinos no las puedan disfrutar.
 
 
En mi senda hacia el norte iba completamente ensimismado con la intensa gama de colores que iba encontrando. Sinceramente, creo que en Escocia se inventó el verde, verás tonos que ni imaginabas. Sin apenas darme cuenta me topé con Perth, puerta de las Highlands. Está situada al oeste del río Tay y las vistas desde cualquiera de los puentes que lo atraviesan son preciosas. No es una ciudad muy grande pero es realmente bonita. Tras callejear un buen rato por ella, me dirigí, empujado por el fortísimo viento, hacia el Palacio de Scone, otro de los atractivos de la zona. Y es que este castillo está construido sobre la antigua Abadía de Scone, lugar donde se coronaba a los reyes escoceses en la Edad Media. Precioso sitio, con un sencillo camino de acceso jalonado por unos magníficos y enormes árboles, y unos bellísimos jardines de pinos y hierba pulcramente cortada.
 
 
Al volver hacia la carretera me paré a hacer unas fotos, y entonces pude comprobar de nuevo la increíble capacidad que tiene aquí la climatología para volverse una anarquista sin piedad. Los soleados claros se tornaron en oscuridad y granizo. Y sí, ahí es donde consulté de nuevo las previsiones y decidí dar marcha atrás y quedarme sin visitar el famoso Lago Ness, cosa que en esos momentos me contrarió bastante, pues me hacía muchísima ilusión conocerlo. El estado del neumático trasero también influyó en que finalmente no me metiera en camisas de once varas. Y es que, a pesar de que es de día hasta pasadas las once y media, no me apetecía llegar tan tarde a mi siguiente campamento base. No erré en la decisión, habíamos venido a disfrutar.
 
 
De nuevo con rumbo suroeste, tomo el desvío hacia Loch Lomond. Mientras el cielo comienza otra vez a despejarse, me encuentro con una carretera bacheada pero preciosa. Empiezo a flipar con las comarcales escocesas, estrechas a veces, con una tupida vegetación que en algunos tramos te roza el casco… Solitarias, tanto que te puedes parar tranquilamente a hacer una foto en mitad del firme sin miedo a que aparezca ningún coche en muchos minutos. Ya no me acuerdo de Nessy. Ni del dolor de cuello y culo. Ni de que soy una persona. Me siento centauro, fundido con mi vieja amiga. Y aún no había visto nada. Ese día me deparaba una sorpresa en forma de felicidad absoluta. Y recordé la frase que suele decir un buen amigo: cuatro ruedas mueven el cuerpo, pero dos mueven el alma. Vaya si la mueven.
 
 
Con una sonrisa enorme llego a mi destino, el Sunnyside B&B, en Balloch. Me recibe el dueño, Frank Smith, personaje afable y peculiar. Nada más llegar me enseña su impoluto Ford Escort RS Cosworth, con 21 años. Porque, sí, él también es un quemado y le encanta recibir a otros en su casa. Antiguo soldado de la Royal Navy en submarinos, tiene un recuerdo de esa etapa en el pasillo de la casa. Un periscopio. Acojonante, hay que verlo. Después de instalarme en la coqueta buhardilla, charlo un buen rato con Mr. Smith. Hablamos de coches y de motos, y me recomienda una ruta para que haga esa tarde. Dice que me gustará, que parte discurre por una carretera comarcal, privada en su día y construida al gusto del antiguo terrateniente de la zona, un millonetis aficionado a los coches. Parece ser que revistas y programas especializados del motor prueban sus máquinas por allí de vez en cuando. También me toma nota para el desayuno del día siguiente; me decanto por supuesto por el típico escocés. Hice bien en no cenar.


Con más nubes que claros, y por fin sin nada de equipaje, me subo a la Mille dispuesto a disfrutar siguiendo al pie de la letra las recomendaciones de mi casero. Tras dejar atrás el Castillo Buchanan en Drymen, tomo la A81 buscando la A84 a la altura de Callander. Me meto de lleno en el Parque Nacional Loch Lomond & The Trossachs, y ahí comienza el festín de curvas y belleza. Lo sabía. Sabía que un tío que ha tenido un Porsche y ha rodado en Nürburgring no podría decepcionarme con sus consejos. Verme sin equipaje, sin tráfico y con un asfalto que agarraba como el Super Glue-3, hizo que en los primeros kilómetros entrase en una especie de frenesí en V60°. Pero de repente me di cuenta de que no quería correr, sólo quería emborrachar mis retinas de color, grabar en mi mente uno de los panoramas más hermosos que había visto en mi vida. Rodar por allí con mi amiga italiana estaba resultando mágico. Ese paisaje y esa luz me envolvían llevándome con el corazón continuamente encogido.
 

Me alegré de no haberme obsesionado con el Lago Ness y no haber ido, porque quizá no le hubiese prestado a esta zona la atención que merece, y hubiese sido imperdonable. Una vez que llegué al Loch Achray me desvié un poco para visitar la orilla sureste del Loch Katrine, donde dicen que Sir Walter Scott se inspiró para su poema ‘La dama del lago’. De allí continué hasta Callander, dejando Loch Venachar a mi derecha. Tras repostar y respirar hondo comencé a volver por el sur, buscando el Lago de Menteith. Y una vez cerca de Aberfoyle de nuevo por la carretera por la que había venido. Esa ruta ha sido de las más memorables que he hecho en moto en mi vida... y lo alucinante es que habían sido apenas cien kilómetros entre ida y vuelta al B&B. Al llegar sólo pude decirle a Mr. Smith: “Uf… incredible”.
 
 
NOTA: Loch Lomond and The Trossachs National Park, apuntadlo bien. Habréis notado que esta vez he abusado de nombres de lugares. Ha sido aposta. Y es que las cosas bonitas de la vida, pese a que sean simples carreteras, colores o cielos, hay que compartirlas. Yo sólo recorrí la parte sureste, pero ya sueño con volver y explorar a fondo esos parajes.
 
 
El TTour en Nostromoción:
   · I) Comenzando a soñar.
   · II) Inglaterra & Escocia.

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