Primera rotonda. Al loro. Es el
consejo que me habían dado todos los amiguetes que ya habían estado por aquí,
tener especial cuidado y acordarse de mirar a la derecha en las rotondas. OK. Pasados
unos kilómetros te acostumbras a conducir al
revés, no es para tanto. Supongo que en coche debe ser más raro por eso de
estar con el volante a la izquierda, o por lo de cambiar de marchas con la
zurda si pillas un coche de alquiler. En moto te haces rápido a ello. El GPS
también te lo recuerda, además de chivarte todo. Es cojonudo, cualquiera que me
siguiese creería que conocía la zona. Le empecé a coger el gustillo. Pero eso
sí, reconozco que si sólo te fijas en él sin tener claras las carreteras por
las que tienes que ir, te vuelves un poco gilipollas… no te quedas con la copla de por dónde pasas. Lo suyo es
combinarlo con un mapa de los de toda la vida.
Eran más o menos las cuatro de la tarde cuando salí del puerto de Portsmouth. El objetivo era hacer noche en Nottingham. No iba a ser una ruta pintoresca ni de curveo. La idea era llegar a Escocia haciendo los mínimos kilómetros posibles, o sea, por autovía. Era martes y tenía hasta la madrugada del viernes para hacer una pequeña toma de contacto con la zona. Ya tenía claro, y ahora más, que Inglaterra ofrece mucho y bueno para el que viaja en moto, pero me hacía especial ilusión subir hasta Escocia y disponía de pocos días. Habrá que volver.
Al ver las fotos que había hecho la cámara que llevaba en el casco,
me hizo especial ilusión descubrir esta en la que nos saludamos un motard inglés y yo. Eran mis primeros
kilómetros por sus tierras, y todos, absolutamente todos los compañeros me
saludaban. Empezaba a acostumbrarme a mover la cabeza para hacerlo, y oye,
después de casi tres semanas por allí casi que ahora me gusta más así que la uve con los dedos. Hace poco también lo
comentaba un amiguete viajero por la red.
Creo que empezaremos una cruzada por
la península para que sea igualmente válido ese gesto entre caballeros andantes.
Aun teniendo que desviarme un poco del trayecto, no
podía dejar de visitar Stonehenge. Las jodidas piedras, a pesar de estar
un poco masificadas de peña, son mágicas de verdad. Es un gustazo estar
frente a ellas. Al ir tan cargado pequé de esa desconfianza patria, innecesaria
allí, y no quise dejar la moto sola. Así que las vi e hice fotos desde fuera de
la valla. Al entrar al recinto haces un recorrido alrededor de las rocas pero
también algo alejado. Recomiendo su visita, no sabría deciros el porqué pero
sientes que es un lugar cargado de energía.
De nuevo en ruta continúo fijándome en las
particularidades de las carreteras inglesas, como esas zonas de descanso cada
pocos kilómetros, o la cantidad de bosques y prados verdes que jalonan el
recorrido. También me pareció que la mayoría de radares instalados en los
puentes de las autovías son frontales, al menos vi un flash al pasar por uno... no por mí esa vez. El premio iría a parar al hogar del feliz
propietario del Porsche que me estaba adelantando.
A pesar del cielo nublado durante todo el trayecto,
la lluvia esperó a que entrase en Nottingham para hacer acto de
presencia. Los casi cuatrocientos kilómetros que acababa de hacer no habían
tenido nada de particular, la verdad. Y es que una autovía es aburrida esté donde
esté. Tras charlar un rato con el simpático hippie
del albergue y resguardar la Mille
con su funda en un sitio discreto, me instalé en mi habitación. No me apeteció
salir de turismo, era ya casi de noche y estaba muy cansado, me estaba pasando
factura el haber dormido mal en el ferry. Por suerte sé lo que hace falta en
estos casos. Había una tienda cerca en la que compré algo de picoteo y un pack de Heineken. Mientras aprovechaba el wifi subiendo algunas
fotos y charlando con los amiguetes de la
red, me soplé las birras. Al poco
rato caí redondo en el catre y dormí
del tirón.
Me levanté perfecto. Y es que como se agradece una
cama, aunque esté llena de chinches… Antes de poner rumbo a Edimburgo, y ya con
la moto cargada, me pasé a echar un vistazo al Castillo de Nottingham.
Tal y como me habían dicho en el hostel
no es nada del otro mundo, aunque si cuenta con unos bonitos jardines con una
estatua de Robin Hood arco en ristre. Imagino que en esta zona de las Midlands
del Este hay mucho por ver, pero continué hacia arriba en mi empeño por
conocer un poquito de Escocia.
Una vez que puse
las ruedas en la M1 (la carretera, no la Yamaha) comencé un largo
trayecto por autovía en el que fui dejando atrás ciudades como Sheffield,
Leeds, York, Darlington, etc. Pensando iba en que seguro que todas ellas eran
merecedoras de una visita, cuando, la verdad no recuerdo donde, creo que pasado
Durham, la autovía se tornó carretera nacional y a pesar de estar algo
cansado ya, es cuando empecé a disfrutar de verdad de la ruta. El paisaje que
bordeaba el firme unas veces lo conformaban enormes árboles y otras inmensos
prados verdes, muchos tapados de flores amarillas.
A pesar de que la mayoría de las pocas curvas que
encontraba eran para enlazar grandes rectas, el buen asfalto, la escasez de
tráfico, la ausencia de guardarraíles y un cielo que pasaba de lo más
gris a lo más luminoso cada pocos minutos, hacían que el corazón comenzara a
hincharse de emoción. Realmente empezaba a creerme que estaba allí, a mi puta bola, con rumbo a la más
absoluta felicidad… Antes de llegar al río Tweed, que por esa zona
ejerce de frontera entre Inglaterra y Escocia, atraviesas varios pueblos con
las típicas casas de piedra de la comarca, con no más de dos alturas, como
Longframlington o Wooler.
Una vez que cruzas el puente, un cartel te da la
bienvenida a la tierra de William Wallace. Un poco más adelante entras
en Coldstream. Allí aproveché para repostar, y mientras lo hacía, me
fijé que un señor mayorcete en los
mismos menesteres que yo con su furgoneta, no le quitaba ojo a la Mille. Al cruzar nuestras miradas le
sonreí y me respondió: “Lovely bike!”. Coño, acababa de llegar y ya me caían de
puta madre los escoceses. Tras salir de pagar de la tienda me estaba esperando.
Hay que decir que no practicaba mi inglés hacía varios lustros, pero entre
gestos, repeticiones y buen rollo
mantuvimos una bonita charla unos quince minutos. Me contó que hasta hacía unos
años había tenido una Triumph pero que, después de romperse una pierna en una
caída, su mujer le prohibió montar más. Él fue el primero que me dijo que había
estado en Binalmadína (Benalmádena).
Y es que la mayoría de escoceses con los que hablé, habían estado allí o
incluso tenían un apartamento, buscando el sol como los caracoles.
Con ese buen sabor de boca que te deja encontrarte
con buena gente por el camino, proseguí hacia la actual capital. A pesar de las
enormes rectas seguía disfrutando, más cuando me encontraba con alguna curva
que me permitía redondear el donut
trasero, que ya empezaba a fundirse
por la zona central harto de tanta
autovía y peso.
En las inmediaciones de Edimburgo la cosa
cambió y me vi envuelto entre la gran cantidad de tráfico que mueve una ciudad
así, aunque nada comparado con un Madrid, por ejemplo. Una vez en el casco
urbano me fui directo a la zona de Old
Town. Al inicio de Castlehill, la
cuesta que da al único acceso al Castillo, llama la atención encontrarse con The
Hub, una antigua iglesia reconvertida en un moderno café. Allí es donde
organizan los eventos del Festival de Edimburgo, uno de los más importantes de
Europa, que se celebra en agosto. A pesar de pillarlo en obras, el Castillo
se ve imponente. No entré porque se necesitan varias horas para visitar en
condiciones esta fortaleza, y yo seguía en modo toma de contacto.
Desde luego es un crimen dedicarle sólo poco más de
dos horas y media a esta magnífica ciudad, pero el objetivo real de este
viaje seguía siendo el Tourist Trophy. Eso sí, me han cautivado tanto estas
tierras que me pongo a babear
pensando en el día en que pueda volver con tiempo suficiente. Continué mi
visita con la zona peatonal de la calle más famosa, la Royal Mile. En su
totalidad discurre entre el Castillo y el Palacio de Holyroodhouse, y de su
longitud nace la extraña milla
escocesa. Son incontables las tiendas de regalos, restaurantes y pubs con que
nos tropezamos en este sector de la urbe. Incita a perderse por ella y sus curiosos
callejones.
Turistas y nativos se entremezclaban por las calles,
el día era soleado e invitaba a salir al exterior, a pesar de que corría una
brisa fría que te helaba cara y manos. Me estaba encantando Edimburgo. Muchos
españoles, muchísimos. Algunos al verme haciendo fotos y tras ojear la
matrícula se ofrecían a hacerlas ellos para que saliese en alguna. Una joven y muy simpática pareja charlaron conmigo unos minutos. Habían dejado en casa su
Ducati Monster y venido en avión. Sutilmente me dejaron caer que estaba
completamente zumbao por ir hasta
allí en una deportiva. No les di la razón diciéndoles el dolor de cuello y de
culo que ya empezaba a acompañarme, y que no se fue hasta dos semanas después
de volver a casa. Pero creo que lo comprendieron todo al ver el brillo de mis
ojos. Y es que era feliz de cojones.
El TTour en Nostromoción:
· I) Comenzando a soñar.
···
· III) Escocia.
· IV) Escocia & Inglaterra.
· V) Tourist Trophy. Isla de Man (I).
· VI) Tourist Trophy. Isla de Man (II).
· VII) Tourist Trophy. Isla de Man (III).
·VIII) Tourist Trophy. Isla de Man (IV).
· IX) Tourist Trophy. Isla de Man (V).
· X) Tourist Trophy. Isla de Man (VI).
· III) Escocia.
· IV) Escocia & Inglaterra.
· V) Tourist Trophy. Isla de Man (I).
· VI) Tourist Trophy. Isla de Man (II).
· VII) Tourist Trophy. Isla de Man (III).
·VIII) Tourist Trophy. Isla de Man (IV).
· IX) Tourist Trophy. Isla de Man (V).
· X) Tourist Trophy. Isla de Man (VI).
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