lunes, 9 de diciembre de 2013

TTour 2013: Escocia & Inglaterra

 
Mientras saboreaba una cerveza en mi buhardilla, charlando con los amigos de la red, no dejaba de pensar en la preciosa Trossachs Trail que había conocido esa tarde. Un verdadero gustazo para los sentidos rodar por allí. Al día siguiente comenzaría mi camino hacia Heysham, donde por fin embarcaría hacia Isla de Man. Aún me quedaban unas horas por disfrutar de Alba (así la llaman en gaélico), pero ya había decidido incluirla en mi particular lista de lugares que me han enriquecido el alma. Estaba completamente enamorado del país y de su gente. Amables, siempre contestando al zumbao de la moto con una sincera sonrisa. Vamos, que me quedé dormido soñando que iba en la Mille con una falda… y una gaita cogida con pulpos en el colín.



El mordisco que le había dado a Escocia era pequeño, pero el bocado que le pegué al desayuno típico escocés que me habían preparado Mr.&Mrs. Smith fue grande, incluso demasiado para después ceñirse la faja de una espaldera y subirse a una moto. Y es que no dejé ni las migajas en ese plato rebosante de bacon, salchichas, alubias, puré de patata, tomates, champiñones y morcilla. Ay, ha sido escribirlo y sentirme saciado otra vez… Sobre las doce del mediodía, tras despedirme del gran Frank y su mujer, y charlar un poco con otro compañero motard cliente del B&B  (con una bonita Triumph Bonneville cargada hasta las trancas), arranqué y puse rumbo al sur.
 
 
Mi ferry hacia Douglas partía a las dos y cuarto de la madrugada, así que disponía de un largo día para gozar de los casi quinientos kilómetros de ruta sin prisas. Mi primera parada fue en Paisley. Me impresionó la iglesia Thomas Coats Memorial, una joya del gótico en arenisca roja. Con más de cien años de antigüedad, la llaman la Catedral Baptista de Europa. Y es que el que uno sea ateo no quita que disfrute de la arquitectura religiosa. La verdad es que incluso en pequeños pueblos me estaba encontrando auténticas maravillas en forma de iglesia. Ésta bien merece la visita.
 
 
A las afueras me encontré con el Barshaw Park, un enorme parque de los de verdad, donde los perros corren felices. No pude resistirme a sentarme un buen rato en uno de sus bancos, aprovechando para poner al día el diario y repasar la ruta.  Paisley Park… ¿se referiría a este Prince? A los pocos kilómetros entré en la mayor ciudad de Escocia, Glasgow. La primera impresión que me dio es que se trata de una ciudad moderna, nada que ver con Edimburgo, por ejemplo. Con tiempo sólo para perderme un poco por sus calles y echar un vistazo, me detuve en tres sitios muy concretos. La Necrópolis, la Catedral de San Mungo (que pillé en obras, rodeada de andamios) y George Square.
 
 
En la Plaza George me encontré con otro amable escocés que se ofreció a cortarme la cabeza en una foto y que, como no, también tenía un apartamento en Benalmadína. Tengo que decir que Glasgow no me cautivó demasiado, incluso me pareció algo fea y un poco descuidada en algunas zonas, pero sí que me gustó el rollo cosmopolita que le da su gente. De todas formas no os fiéis mucho de un tipo que sólo ha estado de paso por ella. Parece ser que cuenta con una gran propuesta cultural en forma de galerías y museos. Y con cuatro universidades, y siendo cuna de grupos como Texas o Franz Ferdinand, estoy seguro que debe tener un gran ambiente nocturno.
 
 
No muy lejos de Glasgow, a unos quince kilómetros en mi ruta hacia el sur, se encontraba el Castillo de Bothwell. Construido en el siglo XVIII fue una de las fortalezas más notables de su época. Hoy en día está en ruinas, aunque parece que lo están restaurando. Añejo y en un precioso entorno, me encantó. Tras un rato paseando por allí me puse en marcha, haría un tramo por la autovía M74 para quitarme rápidamente un buen tramo. Tocaba despedirse de Escocia y no dejaba de pensar en que sus ciudades y pueblos son preciosos, pero lo que realmente impresiona de estas tierras es su paisaje, su naturaleza, su luz. Rodando por sus carreteras experimentas una felicidad absoluta.
 
 
En las proximidades de Carlisle me desvié por una bonita, pero atestada de tráfico (imagino que tendría que ver que fuera viernes por la tarde), carretera nacional hacia la costa. De nuevo pisaba Inglaterra, estaba en el condado de Cumbria, y os aseguro que no le envidiaba nada en belleza a las tierras de las que venía. Como iba muy bien de tiempo hice una parada técnica en Whitehaven. Sin duda lo más bonito y llamativo de esta encantadora ciudad es su puerto. Allí me instalé un buen rato para reponer fuerzas con algo de picoteo mientras disfrutaba de las vistas. Y aproveché para improvisar en el GPS un itinerario con puntos de paso forzados y la opción de "ruta más corta" hacia Heysham.
 
 
El resultado del experimento no pudo ser mejor. Hubo un par de veces que incluso dudé en seguir por donde me marcaba… algunos parecían caminos que no llevasen a ninguna parte, impropios para una R, pero me lo estaba pasando tan bien que me olvidé de que no iba en una cómoda trail. Ya no era sonrisa de oreja a oreja, eran carcajadas bajo el casco. Espectaculares comarcales sin tráfico, caminos rurales y atajos por bosques que te hacían reír una y otra vez de felicidad. Me costaba creer que estuviese disfrutando tanto o más que el día anterior por la Trossachs Trail.
 
 
Rutas así te recuerdan y hacen que sientas la auténtica esencia de viajar en moto. Después de flipar con estos últimos kilómetros tuve que hacer un pequeño tramo por autovía hasta Heysham. Algo anodino, pero después de once horas de moto me alegré de llegar al destino sin más novedades que una sonrisa que no había manera de borrar de mi cara. Eran casi las once de la noche y aún no había anochecido del todo. Según me acercaba iba distinguiendo las figuras de los que ya esperaban para embarcar hacia Douglas. Tres autocaravanas (remolque con moto incluido) y siete u ocho motos habían llegado antes que yo.
 
 
Un compañero con otra RSV se puso a charlar conmigo. Me enseñó cómo había recortado su carenado y había instalado un manillar ancho. Me dijo que lo agradecería y yo no supe como traducirle que “sarna con gusto no pica”. El buen rollo reinaba, íbamos a Man. Poco a poco comenzaron a llegar más compañeros motards: ingleses, holandeses, daneses y franceses, ningún español. Estaba emocionado. Había pasado unos maravillosos días de viaje, pero por fin llegaba el momento soñado, el objetivo real de este periplo. Tras una fría espera embarcamos en el ferry de la Steam Packet. Una vez en mi asiento, esperando a que zarpáramos para echar una cabezada, pensé en las compañeras de bodega de la Mille. Me di cuenta de que apenas había modelos ruteros, con maletas o baúles. La gran mayoría llevaban los bártulos sujetos con pulpos… y lucían muchas erres en sus carenados.
 
 
El TTour en Nostromoción:
   · I) Comenzando a soñar.
   · II) Inglaterra & Escocia.
   · III) Escocia.

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