viernes, 16 de mayo de 2014

TTour 2013: Tourist Trophy. Isla de Man (IV)

 

Cuando a uno le aplican un correctivo, normalmente se vuelve más manso, al menos durante un tiempo. Es lo que me pasó la mañana del jueves. No me dejé embaucar por los cantos de sirena al ralentí, y decidí no ir al Mountain Course. La resaca por la receta de la magnum hizo que ese día decidiese hacer turismo por la zona sur de la isla, como un niño bueno. Una vez en marcha estuve un rato detrás de dos compañeros motards a lomos de unas preciosas clásicas de las que no pude ver la marca. Durante el Tourist Trophy, en Isla de Man se ven motocicletas de todas las fábricas, países y épocas, todas cuidadísimas. Es un auténtico deleite para tus ojos. Y es que llegar a una gasolinera, ver una Kawasaki ZXR 750 ’91 impoluta, con un arrugado sexagenario medio calvo pero con una enorme melena canosa y un mono roído, llenándole el tanque, eso amigos… no tiene precio.
 

La pasión y el respeto por las máquinas están a un nivel muy por encima de lo que solemos ver en los grandes premios de la península. Aquí también somos muchos los que mimamos a nuestras monturas, pero es que allí son todos. No verás a nadie cortando encendido, quemando rueda ni haciendo caballitos, pero algunos te fulminarán sin compasión en La Montaña. En Man no hay sitio para los macarrillas. Pero te emocionarás viendo a simpáticas abuelas con su transistor, escuchando Manx Radio TT y apuntando en su libreta los tiempos de cada piloto que ven pasar. Familias enteras siguiendo con pasión esta carrera. En el camping de Douglas tenía de vecinos a un par de hermanos escoceses. El chaval no tendría más de veintiún años y su hermana no más de doce. Les vi varias veces por la isla, conduciendo tranquilamente su GSXR 1000, enfundados desde por la mañana en sus monos de cuero. Se me caía la baba cuando me cruzaba con ellos y nos saludábamos… joder, que sonrisa más bonita y de felicidad llevaba esa niña en el colín de la Suzuki.

 
Dicen que trae mala suerte no saludar a las hadas así que, como uno es educado y no estaba para más bromas, paré con mucho gusto en Fairy Bridge. Es un pequeño y mágico puente de piedras bajo el que pasa un arroyo. De los árboles penden multitud de objetos que imagino la gente habrá colgado a modo de ofrendas o gratitud por deseos concedidos. Peluches, flores, tazas, muñecos, camisetas, papeles escritos, lazos,… y también algunas fotos de fallecidos con mensajes de despedida. En este caso supongo que implorando a las hadas que les ayuden en ese otro viaje. Es un lugar muy peculiar, no especialmente atractivo pero de esos que, ya sea por la sugestión o porque de verdad te estén haciendo cosquillas las hadas, se sienten cargados de energía.

 
Continué mi ruta hacia Castletown. Situado al noroeste de una gran bahía, me pareció un lugar precioso. Un espigón de piedra, que alberga un hermoso faro, protege una dársena con la rampa del varadero y el estrecho hueco en las murallas que da acceso a un pintoresco puerto interior, frente al cual se encuentra el castillo. La marea baja potencia un concentrado olor a algas… Si la mar también te apasiona este muelle y el ambiente que destila el pueblo te evocará las novelas de Conrad. En las carreteras de acceso a Castletown te encuentras protecciones en algunos muros y postes, carteles publicitarios e indicando el nombre de los distintos puntos… te das cuenta de que estás en otro circuito, concretamente en el de Billown, sede del Pre-TT Classic, Post-TT y Southern 100. Me encanta esta isla.

 
Al poco de dejar atrás esa bonita bahía y su faro, me tocó parar en un paso a nivel para que pasara un viejo tren a vapor. Mientras esperaba a que subiese la barrera pensé en lo mucho que me estaba gustando esa parte de la isla. Llegado a un punto la carretera se tornó estrecha y retorcida, con menos tráfico y más divertida. Y llegué a Cregneash, una diminuta aldea en la que viajas en el tiempo. Algunas casas tienen el techo de paja, las ovejas y las vacas pastan felices por los prados delimitados por muros de piedra. La tranquilidad es absoluta, sólo interrumpida por las conversaciones que mantienen los animales. Disimulada en una casa vi una acogedora cafetería y decidí desayunar en uno de sus bancos de madera. Viendo a los cerdos corretear por los prados, no pude evitar pedirme un bocadillo de pan casero con un riquísimo bacon. Antes de seguir la ruta me fijé que en uno de los establos había un carnero con cuatro cuernos. Curioso lugar.

 
Apenas a dos kilómetros de allí se encuentra Calf of Man, una isla al suroeste de La Isla. Según te acercas no podrás evitar reducir la velocidad, ya que tus ojos prestarán toda su atención a la belleza del paisaje en vez de al asfalto. En el aparcamiento al final de la carretera uno se encuentra con muchos compañeros motards que también se muestran fascinados por el evocador panorama. Las olas rompen salvajemente en las rocas. Las gaviotas planean y te observan con indiferencia mientras tus fosas nasales dejan pasar el aroma del salitre. Allí se respira vida. Notas como se te hincha el alma de felicidad mientras piensas que ese es tu sitio. Mientras sueñas con un hogar allí.

 
Al volver a subirme a la Mille tomé la A3 con intención de ir a Peel, pero con tanto soñar despierto se me había hecho tarde y debía ir a los juzgados. Lo visitaría otro día. Una vez en los tribunales, observo con cierta guasa como comienzan a llegar motards ingleses, holandeses y franceses hasta que llenamos los pasillos. No podemos evitar mirarnos entre nosotros con una pícara sonrisa. La situación era realmente divertida, conformábamos un grupo bastante pintoresco. Incluso los empleados se las veían para contener las risas contemplando a semejante panda de proscritos. Cuando me llegó el turno, el simpático policía judicial me despachó rápido. Entre no entender bien algunos conceptos y hacerme el tonto en exceso, decidió que volviese al día siguiente cuando hubiese una intérprete. Bueno, al menos había fichado y no me detendrían ese día.

 
Salí algo aliviado y me dirigí a Grandstand. Al aparcar oigo un acento familiar y me uno a un grupo de gaditanos muy majetes. Habían llegado ese día. Lo primero que hicieron fue preguntar por Antonio Maeso. Les guié por ese paddock que ya me conocía mejor que mi casa hasta la carpa del Oh Carallo Racing Team. Estaban todos. Coincidió que en esos momentos una televisión le estaba haciendo una entrevista al Jefe. Cuando terminaron pude charlar un rato con ellos. Paco me dijo que también le habían cazado, así que nos veríamos en los juzgados al día siguiente. Tropi me contó que uno de los motores de la Hayabusa eléctrica se había fundido, literal. Y Antonio, al preguntarle por un buen sitio para ver los entrenamientos de esa tarde, me recomendó Hillberry. Así que, tras despedirme de los caítas me dirigí hacia allí, pero no en el sentido opuesto al circuito, más corto. Haría el camino largo, por La Montaña
 

Creo que cerraron la carretera y empezaron a quitar los conos pocos minutos después de pasar yo. Una vez más, apurando. En Hillberry me puse a buscar un buen sitio, pero no había ni un hueco, así que pagué las cuatro libras que pedían por entrar a la grada, cojín incluido. Ya me había fijado en esa costumbre manense de adornar la parte superior de los muros con piedras planas colocadas en vertical, pero acojonaba, y mucho, verlas de cerca mientras los TT riders pasaban a velocidades de videojuego. Muy buen sitio la verdad. Les ves llegar por la larga recta gas a fondo, cortar un poco, abrirse a la izquierda y trazar la curva como alma que lleva el diablo. Steel balls!

 
Los newcomers, los pilotos que participan por primera vez en el Tourist Trophy, deben llevar un chaleco naranja que los identifique. Al verlos pasar se nota que no van tan a fondo como los más experimentados, pero en esta edición había uno al que le sobraba el chaleco. Era el australiano Josh Brookes, uno de los pilotos punteros del British SBK. Las maneras que apuntaba en los entrenamientos se ratificaron días más tarde con la décima posición en la carrera de Superbike y el record como el novato más rápido de la historia con una vuelta a 127.726mph.

Tras deleitarme con la estampa que ofrecían los sidecares con el sol ya bajo la línea de horizonte, me dirigí a Douglas en busca de algo que cenar. Al más que respetable estilo motoflauta paré en un supermercado y compré los ingredientes necesarios para prepararme un par de bocatas, y como no, un pack de Carling. Yo también era un newcomer y al igual que Joshua, aprendía rápido. No cabe duda, uno se siente cómodo cumpliendo sus sueños.


El TTour en Nostromoción:
   · I) Comenzando a soñar.
   · II) Inglaterra & Escocia.
   · III) Escocia.
   · IV) Escocia & Inglaterra.
   · V) Tourist Trophy. Isla de Man (I).
   · VI) Tourist Trophy. Isla de Man (II).
   · VII) Tourist Trophy. Isla de Man (III).
   ···
   · IX) Tourist Trophy. Isla de Man (V).
   · X) Tourist Trophy. Isla de Man (VI).

 

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