martes, 23 de abril de 2013

Milleando por Asturias



Asturias Patria querida, Asturias de mis amores. Así comienza la canción que pasó a ser himno del reino de Don Pelayo. ¿Quién no la ha entonado alguna vez, con mayor o menor acierto, cuando Baco ha tomado las riendas de sus neuronas? Hubo un tiempo en que se me daba muy bien desafinar con esa letra. Y es que a Asturias la conozco y le tengo cariño desde que tengo uso de razón. Es lo que tiene ser de la patria chica vecina. Esta vez sólo iba de camino, pero un par de días por sus tierras eran obligados. Al poco de abandonar tierras gallegas me dio la bienvenida un pequeño chubasco que, tal y como llevaba el neumático trasero, no me hizo mucha gracia, pero ¡qué coño! Estaba en el Norte, nada de quejas. Hasta las autovías tienen su aquel.

 



Esta vez iba directo a un hotel que me había buscado un amiguete, en Viella, a unos diez kilómetros de Oviedo. Con el hambre que traía no pude reprimir una sonrisa bajo el casco al ver que estaba junto a un asador de carnes. Así que, tras instalarme me di un pequeño homenaje a base de cachopo y sidra. Rico, rico. Tras guardar la moto en el garaje me fui a tomar unas cervezas con mi colega. Tarde y noche tranquilas, apetecía descansar después de varios días intensos de ruta. Al día siguiente amaneció soleado, no pude negarme a hacer kilómetros con la Mille. Gijón sería el punto de partida y el Candasu el sitio perfecto para quedar con una amiga. Buena compañía, sidra y tapas, ¿qué más se puede pedir? Ser inmune al alcohol, pero como no lo soy, fui bueno y al poco me puse en ruta. Primeras fotos en El Puntal, en la Ría de Villaviciosa.
 
 
De allí a un pequeño pueblo que me tiene enamorado, Tazones. Su puerto pesquero, su pequeña playa con huellas de dinosaurios, su Casa de las Conchas, sus restaurantes… Es uno de esos sitios que rezuma encanto por todas sus esquinas. Esta vez subí a ver el faro, cosa que no había hecho las dos veces que estuve antes. Ya de nuevo en ruta, la vista continúa deleitándose con esos prados y arboledas de ese verde tan intenso. Joder, que me gustan estas carreteras. La siguiente parada es Llastres. Intenté comer en un par de sitios pero estaba todo a reventar, así que decidí reservarme para el asador… Vi muchísima más gente que en mi anterior visita, hace unos ochos años. ¿Será por lo de aquella serie del matasanos malafollá?
 
 
Imprescindible en tu visita a Llastres es subir al mirador, junto a la capilla de San Roque. Las vistas son realmente espectaculares. Y a pesar del, para mi gusto, excesivo turismo, a uno no le queda más remedio que contribuir a esa masa de visitantes, porque esta villa marinera sigue siendo preciosa. Tras una 0,0 puse rumbo a Ribadesella. Al llegar me topé con un montón de atletas. Resulta que había una carrera de diez kilómetros esa tarde. Después de darme una vuelta por la playa y el paseo marítimo decidí poner ruedas en polvorosa antes de que empezase la carrera, por si cortaban el puente y tenía que quedarme allí haciendo tiempo bebiendo sidra. Demasiado tentador.
 
 
Ya de vuelta paré en la bonita playa de La Isla, cerca de Colunga. Pero no me entretuve demasiado, el estómago no hacía más que rugir. Al llegar al campamento base me fui al asador y me apreté unas costillas de ternera y unos criollos. De verdad, tener los horarios de las comidas descontrolados es muy duro… Para redondear el sábado mi coleguilla me llevó a Oviedo, eran las fiestas de San Mateo. Cantidad de gente, buen ambiente y mucha cerveza. Tendré que volver en plan de marcha. Y pesar de que no nos maltratamos demasiado, la resaca me dijo “ola ke ase” por la mañana. Antes de cargar la Mille y poner rumbo a Cantabria, me dio tiempo a desayunar con otro amigo y su peque, futuro campeón de supermotard. Luego, con esa pena que le entra a uno por irse de un lugar que le ha tratado bien, me puse en ruta. Pero aún me quedaban unos kilómetros por Asturias.
 
 
Había estado en los Picos de Europa varias veces, pero nunca en moto. Así que no fue una elección demasiado difícil desviarme a visitarlos de nuevo. En la autovía A8, a la altura de Ribadesella, cogí el desvío hacía Cangas de Onís. Esta vez no paré, pasé de largo hacia los lagos, pero si no lo conocéis no dudéis en dedicarle unas horas a este precioso lugar. Cuenta con varios monumentos histórico artísticos, como su famoso puente romano. Unos dos o tres kilómetros pasado Covadonga, el viento, la niebla y la lluvia hicieron acto de presencia, pero de verdad, con protagonismo. La cosa se llegó a poner tan fea que estuve a punto de darme la vuelta. Muy complicado conducir una moto de semimanillares, cargada hasta las manetas, en esas condiciones. El viento lateral era bestial. Y estoy acostumbrado a conducir con agua, en asfaltos resbaladizos, con viento, pero nunca me había encontrado algo así. Además tan repentino.
 
 
Pero no me podía volver estando tan cerca. Despacito y con mucho cuidado (requisitos fundamentales para esto y otras cosas) llegué al Lago Enol. Con riesgo de que Eolo me volcase la Mille  paré a hacer un par de fotos. Y ahí que apareció una vaca a darnos la bienvenida. Os hartaréis de verlas por la carretera. De allí al Lago Ercina y de vuelta a los pocos minutos. Por desgracia arriba el tiempo seguía de lo más desapacible, pero a los pocos kilómetros de bajar se hizo bueno lo de que tras la tempestad viene la calma. Comenzó a clarear de nuevo. Y paré en el Mirador de la Reina. No os lo perdáis, como podéis ver en la foto de arriba las vistas son maravillosas.
 
 
La verdad es que esta carretera de subida a los lagos me encanta, es una maravilla. En algunos tramos es como ir por un túnel de paredes y techos verdes. Sin darte cuenta tu mano derecha desacelerará para pasar más despacio. Magia. En un coche jamás podrías sentir algo así… Me resulta sumamente gratificante, tras más de veinte años montando en moto, disfrutar momentos así, redescubrir estas sensaciones. Estos paisajes y carreteras parece que estén hechos para nosotros, los motards. Y cuando tras una curva descubres la figura de la Basílica de Covadonga al fondo, hasta a un agnóstico como yo se le escapa darle las gracias a Dios por las vistas. No exagero, probadlo.
 
 
En Covadonga la parada es obligada. Además de la Basílica de Santa María la Real de Covadonga, construída en piedra caliza rosa, te encontrarás con la Santa Cueva. Allí están, además del santuario a La Santina, las tumbas de Don Pelayo y Alfonso I, el Católico, ambos reyes de Asturias. En la explanada de la basílica se hallan la estatua de Don Pelayo y La Campanona. Este conjunto monumental, a pesar de estar normalmente muy masificado de gente, es un destino obligado en toda visita que se precie a Asturias. Si pillas un buen día de sol, simplemente alucinarás con los contrastes y los infinitos colores que te ofrecen paisaje y monumentos.
 
 
Me pongo en marcha, pero al llegar al cruce que hay a medio camino entre Covadonga y Cangas de Onís, mi estómago decide despedirse en condiciones de esta tierra. No me queda más remedio que tomarme unos chorizos a la sidra, acompañados de una triste 0,0, en la venta que hay por allí. Al rato, de nuevo en la autovía hacia Cantabria, la lluvia y el viento comienzan a hacer de las suyas, pero a pesar de hacerlo con ganas y de llevar el neumático trasero listo de papeles, comparado con lo vivido en los Picos de Europa unas horas antes resulta un paseo. Ay Asturias, hasta pronto. Volveré a verte en cuanto pueda, y será en moto. Faltaría más.


En Nostromoción:
   · I) Milleando por Sanabria.
   · II) Milleando por Galicia [I].
   · III) Milleando por Galicia [II].
   · IV) Milleando por Galicia [y III].
   ···
   · VI) Milleando por Cantabria.

 

2 comentarios:

  1. que chulas. algunas me suenan.
    amigo nos debemos una rutica en moto no? ;)

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  2. Ya te digo! A la vuelta del TT habrá que organizar algo! :)

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