martes, 26 de febrero de 2013

Milleando por Galicia [y III]


Hay lugares que uno, a pesar de no haber visitado nunca, sabe que le van a gustar. Eso me pasó con Malpica. No sé por qué pero desde que me lo recomendó un amigo ya me sonaba bien el nombre, me daba buen rollo. Malpica de Bergantiños es un pueblo netamente pescador, con el encanto de los sitios auténticos, sin aderezos. A un lado tiene la playa de Area Maior y al otro su puerto pesquero. Pensaba que sería un sitio de paso, pero nada más llegar decidí que estaría un par de días. Y es que cuando uno está a gusto, se olvida de las prisas.
 


 
Nada más llegar, pregunto por un hostal a un grupo de chavales, porque el que me habían recomendado me pareció demasiado elegante para un motoflauta como yo. Así que me voy al JB, hostal añejo frente a la playa. Perfecto. El matrimonio que lo regenta más majos que la leche, y encima me dan la llave de un garaje para guardar la moto, ¿qué más puedo pedir? Una cerveza fría, mejor, una Estrella Galicia fría. Tengo toda la tarde para vagabundear por el pueblo y tomar birras. Y es lo que hago. Tras ver el puerto y dar un paseíto por la playa, finalmente me acoplo en una de las terrazas que hay junto a esta. Y allí estaban, con lo fría que estaba el agua, un grupillo de nativos bañándose como si estuviesen en una piscina climatizada. Al rato me acerqué a preguntarles por un sitio para cenar, y un abuelete, en chanclas y bañador, no me dijo donde, me llevó al sitio para que lo tuviese claro. Y charlamos un buen rato. Que maravilla. Sin duda, una de las cosas más gratificantes cuando viajas solo es encontrarte con buena gente…
 

Después de meditar, beber y ver anochecer, me fui al sitio recomendado, el Café Bar Cachón. Allí, con vistas al puerto, me puse hasta arriba de pulpo a feira y chipirones. Rico, rico y buen precio. A medianoche salí del bar, y para bajar la cena, peregriné hacia la playa. Ni un alma, todo cerrado, algo de frío. Embriagado de comida y alcohol. La Osa Mayor a la altura de mis ojos, pasa una estrella fugaz… Juro que fue uno de los momentos más perfectos de mi vida, en el que hice las paces con muchos demonios internos. De vuelta en el hostal me recibe el gato de la casa, con un máster en relaciones sociales. Tras las caricias de rigor consigo que no se cuele en la habitación. Que a gusto dormí esa noche.


Al día siguiente, más o menos temprano, me puse en ruta. La idea era ir costeando a Cabo Fisterra y de allí a Cabo Corrubedo, cosa que no conseguí del todo por falta de tiempo. Es imposible no entretenerte en sitios tan bonitos. La primera parada fue en el Faro Punta Nariga. Se trata del faro más moderno de España. Accedes por una estrecha carretera que atraviesa un campo eólico y una zona de rocas, esculpidas por el viento, espectacular. La construcción me pareció realmente original y perfectamente integrada en el entorno. En piedra de granito, sus formas simulan un barco, con una escultura que hace las veces de mascarón de proa. Las vistas son una maravilla. Muy recomendable su visita. De allí me fui hacia Laxe, enclavado en una bahía con una bonita playa. Pero no hagáis como yo, que me salté la visita a Punta Roncudo y su faro, en Ponteceso. Más tarde he visto fotos y me he arrepentido. Un sitio más a la lista de deberes.


Seguí el camino hasta Camariñas. Bonito pueblo pesquero situado en una pequeña península. La revirada carretera que me llevó al Faro de Cabo Villano está jalonada de generadores eólicos. Es una pasada circular junto al mar, precioso paisaje. El faro señala uno de los tramos más peligrosos de la Costa da Morte. No me extraña que la zona sea Monumento Natural, es realmente bonita. Y no sé si fue por el paseíto por las rocas, pero el hambre hizo acto de presencia. Así que me dirigí a Muxía, donde cayeron unas rabas frente al puerto. Después, seguí la ruta hacia Fisterra, pero una vez más cometí un delito, no visitar Cabo Touriñán, el punto más occidental de la península. Buscando, tras el viaje, información de los sitios en los que había estado, no hacían más que aparecerme lugares con una pinta cojonuda. Y aunque el objetivo de este era más o menos perderme, intentaré planificar mejor los próximos viajes.
 





Según te acercas a Cabo Fisterra te vas encontrando con gran cantidad de peregrinos. El fin del mundo. Realmente lo parece. Miras hacia el oeste y ves como la línea del horizonte desaparece, fundiéndose cielo y mar. Sitio mágico, sin duda. Pasé un buen rato sentado en las rocas, contemplando la inmensidad del océano y filosofando, antes de subirme de nuevo en la Mille. La parada en Fisterra también fue obligada. La verdad es que creo que pocos sitios habrá por esta costa que no merezcan un paseo por sus calles, puertos y playas. Como Corcubión, con ese encanto que gasta su bahía, salpicada de barcos y botes fondeados. De allí seguí la ruta hacia un lugar que me había recomendado el dueño del hostal en el que paré en Pontevedra, Ézaro.
 
 
Y como suele pasar cuando un lugareño te recomienda un paraje, merece la pena ir. Mucho. Allí muere el Xallas, el único río de Europa que desemboca en el mar en cascada. Precisamente me comentó que aprovechase para ir porque esos días se podía ver el salto de agua, algo no muy habitual al estar canalizado el río, y era digno de ver. Y no le faltaba razón. Precioso, tras pasar junto a la central hidroeléctrica de Castrelo, unas pasarelas de madera te conducen justo a la cascada. El salto desde la presa tiene unos cien metros de altura, debe ser impresionante cuando abran a tope las compuertas. La verdad es que esa ensenada, salpicada de casas, con los barcos amarrados en el pequeño puerto, rodeada de montes y protegida del mar, tiene un encanto especial. Muy, muy recomendable su visita.

 
Pero Ézaro aún guardaba otro tesoro. Su mirador. La subida al mismo tiene una pendiente impresionante. Me habían comentado que había sido final de etapa de la Vuelta Ciclista a España, y según avanzaba, me empezaron a entrar los sudores de la muerte al pensar en subirla dándole a los pedales. Una vez arriba la vista es una maravilla. Después de un buen rato disfrutando del paisaje, me puse en marcha de nuevo. Esta vez ya de vuelta, me apetecía llegar antes de que se fuese la luz. Así que me dejaría para otra ocasión el completar la ruta hasta Cabo Corrubedo. Volví tras mis pasos hasta Corcubión y allí tomé una vía rápida, que hizo honor a su nombre y en poco tiempo me llevó hasta Malpica. Había sido un magnífico día de ruta, no de muchos kilómetros pero sí de muchas y buenas sensaciones.

 
Mi estancia en Galicia llegaba a su fin. En mi ruta hacia Santander también quería disfrutar de un par de días por Asturias. Cinco días y cuatro noches, que ahora se me antojan escasos. Y es que cuando un sitio te encandila, todos los días son pocos. Pero me quedaba ese atardecer frente a esa maravillosa playa. La rutina fue la del día anterior, múltiples Estrellas viendo el mar hasta el anochecer y luego cena en el Cachón con pulpo a feira incluido. Y es que, cuando me tratan bien y me gusta un sitio, soy un tío fiel. De nuevo la embriaguez me tomó en sus brazos, y una vez en el JB, me acunó hasta que me quedé dormido, sin terminar de ver la película que echaban en la televisión y que he visto decenas de veces, El bueno, el feo y el malo. No soñé con que era un pistolero escupetabaco, sino con que me pasaba la vida viajando a lomos de mi querida Mille.

 
Lo primero que hice por la mañana fue darme una buena caminata por la playa. Luego cargué los bártulos en la moto y me dispuse a marchar, con cierta pena. El día había amanecido cubierto y con amenaza de lluvia, la misma que me había respetado desde mi primer día en Galicia cuando me dirigía a Ponte Caldelas. Supongo que, como cantaban El Último de la Fila, el dios de la lluvia se apiadó de mí estos días, pero sabiendo de mi partida a otras tierras decidió que la tregua había terminado. Es por eso que decidí no ir hacia Asturias costeando y pasando por Punta Estaca de Bares. El día no invitaba a ello. Las previsiones eran lluvia a tope por toda la costa, así que, aun sabiendo que me dejaba otra zona de diez, me fui por las autovías A6 y A8.

Si habéis leído los otros dos post de Galicia ya lo sabéis. Lo he repetido más de una vez. Pero lo volveré a decir: esta tierra es maravillosa. Sus gentes y sus paisajes me han enamorado para siempre. Volveré, sin duda. No sé cuando, porque nos separan mil kilómetros, pero volveré. Haré esa visita que he dejado pendiente a un par de amigos. Visitaré los parajes que me he saltado. Comeré y beberé. Disfrutaré. Porque nunca una marca de garantía tuvo un nombre más apropiado: Galicia Calidade.


En Nostromoción:
   · I) Milleando por Sanabria.
   · II) Milleando por Galicia [I].
   · III) Milleando por Galicia [II].
   ···
   · V) Milleando por Asturias.
   · VI) Milleando por Cantabria.
 

4 comentarios:

  1. en cabo Vilano te has saltado el Cementerio de los Ingleses que es digno de visitar y conocer su triste historia.
    y en Laxe te has saltado el faro con unas vistas espectaculares aunque el faro en si no tiene pena ni gloria.
    y la playa de los cristales... no se sabe de dónde han llegado miles de cristales a una calita y no se ve la arena, está debajo de los cristales, de todos los colores y están tan rodados por las olas que puedes caminar descalzo que no cortan...
    no sigo porque te puedo decir de un millón de cosas que te has dejado atrás...
    beso

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  2. Ya me imagino... Tomo nota para la próxima vez. Y ya te preguntaré! Un beso!

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  3. Buena crónica Nostro. Me he sentido como estando sentado en la terraza tomando una birra contigo. Vssssssssssssssss

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  4. Pero que tierra más bonita... que pena que la última vez que estuvimos en Finisterre nos hizo un día de perros increíble :(

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