jueves, 19 de abril de 2012

Moteros sin moto



Las once de la mañana. Para la mayoría la hora del bocata y el Cola Cao, si bien algunos intrépidos ya experimentan con el café. Para mí… la hora de soñar. Es mi primer año de instituto y son las once de la mañana de un día de clase, la hora del recreo. La valla que hay que saltar mide dos metros, pero eso con catorce años es poco más que un escalón. La prisa apremia, sólo disponemos de media hora para ir, soñar y volver. Nuestro destino, la tienda de motos.

Han pasado veinticinco años y todavía siento esa emoción, mas ahora estoy despierto, el sueño se cumplió y fue mejor de lo esperado. En mi primer año de instituto la fuerte atracción que sentía por las dos ruedas se tornó en pasión. Las excursiones clandestinas que algunos hacíamos a la tienda de motos cercana fueron responsables en gran medida de esa metamorfosis. Hoy en día soy amigo de los dueños, ya les he comprado tres motos y sigo pasando por la tienda cuando me avisan de la llegada de alguna novedad. O simplemente cuando me apetece charlar con buena gente rodeado de bujías y ruedas.


Paco debía estar hasta los cojones de esos críos que puntualmente derramaban sus babas todos los días a la misma hora, pero creo que el brillo de nuestros ojos le conmovía y reprimía las ganas de darnos una buena patada en el culo. Por entonces las deseadas eran RDs y MBXs de ochenta centímetros cúbicos. A las VFR, FZR, GPZ o GSX casi ni las mirábamos por miedo a quedarnos petrificados admirando sus curvas y no llegar a tiempo a clase, aunque reconozco que no teníamos muchos escrúpulos a la hora de hacer piardas.

Ese año comencé a ser un motero sin moto. Las revistas que hacía ya tiempo que compraba (me podían faltar chucherías, pero no mi revista), dejaron de ser sólo una crónica de las carreras del fin de semana. Pasé a analizar minuciosamente todas sus pruebas y reportajes. Comencé a disfrutar los relatos del increíble viaje de Emilio Scotto y su Princesa Negra. Me inicié en el noble arte de ir de paquete. Inauguré mi tablón de sueños.


Pasaron los años y mis anhelos de sensaciones fueron en aumento. Los innumerables viajes en coche, de norte a sur del país, suponían un ejercicio de identificación de motos y de saludos en V a sus pilotos. Imaginaba que en vez de ir en coche con mis padres y hermanos, surcaba la carretera en mi reluciente montura casi alada. Sacaba la cabeza por la ventanilla para sentir el aire en la cara, giraba la cabeza acompañando cada curva…

A pesar de que en mi familia no había tradición motera, seguí soñando. Sabía que algún día llegaría, que esas sensaciones serían mías y que sólo las compartiría con mi compañera de metal. Es difícil llevar que nadie te entienda cuando tienes menos de veinte años. Pero hoy en día agradezco que mis padres no cayeran en mis múltiples chantajes para que me comprasen una moto. Era una época extraña, el casco no era obligatorio, a veces íbamos un poco pasados de vueltas, algunos amigos caían. Empecé a comprender que ir en moto era algo serio, algo que necesitaba grandes dosis de responsabilidad. Aun así, seguí soñando.

De joven mis sueños eran de velocidad y sensaciones fuertes, aún no eran sueños de libertad y sensaciones frágiles, esas que hoy me emocionan y hacen que emerjan esas lágrimas que a veces se sintieron reprimidas. Quizás haya que llegar a cierta edad para experimentarlas.


Un día el sueño se cumplió. Comencé a sentir nuevas sensaciones, mis primeras curvas, mi primer viaje, mis primeras ráfagas a otros compañeros, mi primera rascada de rodilla en circuito… Era yo, era real. Y a pesar de los malos momentos, que también hubo, fue mejor de lo esperado. Ahora estoy despierto, algunos sueños han cambiado de aspecto, pero no me preocupa porque sé que muchos se cumplirán. Miro por el retrovisor y recuerdo con cariño ese primer flechazo por la moto, esa que nos mueve el alma a pesar de no ir sobre ella, a pesar de amarla en silencio o en la distancia.

Sirvan estas líneas de humilde homenaje a todos los soñadores que aun sin disfrutar de una moto, se emocionan al imaginarse con el aire golpeando su rostro, saludando a compañeros de carretera o disfrutando de la singular sensación de libertad que te ofrecen las dos ruedas. A todos los moteros sin moto. Si es tu sueño, persíguelo. Si lo haces con todas tus fuerzas dejará de ser una foto plastificada en una carpeta y pasará a hacerse realidad.

12 comentarios:

  1. Yo todavía recuerdo como si fuera ayer cuando, el viernes por la tarde, fuí a buscar al concesionario mi primera moto!!! Una Honda CBF 125, que nervios pasé todo el día en el trabajo, parecía que no iba a llegar nunca la hora de plegar e ir a buscarla :)

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  2. Desde luego que no hace falta tener una moto para ser motero. El ser motero o motard, como dicen los franceses, es un sentimiento. Si no, que me lo digan a mí, que llevo sin moto una temporada y no he perdido ni un ápice de ese sentimiento.

    Un saludo Sr. Nostromo

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    1. Correcto compañero! Pero seguro que en no mucho tiempo te veo a lomos de tu ansiada RT!!!

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  3. muy bueno nostromo, que recuerdos de rd´s, mbx´s, y mi apreciada gpr.
    que piques viniendo de marbella con 2000 pesetas en el bolsillo.
    un abrazo compañero.

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    1. Jejeje, ya te digo, los billetes/fotocopias con los que tangamos al Bowling!!!
      Gracias tío, tú fuiste de los amigos generosos que me prestaban de vez en cuando sus motos... No te imaginas lo feliz que me hacíais!

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  4. Me quedo con el último párrafo. Un abrazo.
    Antonio Maeso

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    1. Vaya lujo tenerte por aquí Antonio!
      Este año volaremos todos contigo en el Tourist Trophy!
      Un abrazo amigo!

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  5. Fuí un motero sin moto de los 16 a los 19, luego tuve un ciclomotor y ahora, ya con 23 por fin he podido comprarme una moto como Dios manda, una Suzuki GS500. Fue mi sueño y se ha hecho realidad, corroboro lo que dices. Si se persigue, llega!
    Un saludo.

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    1. A disfrutarla Pablo. Es una moto cojonuda para curtirte en mil batallas, bueno, en miles de kilómetros!!!

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  6. Bien descrito Nostromo. No es más motero el que más moto tiene sino quien más la siente.

    HacheGe

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    1. Ahí está amigo. ¿Será la moto el objeto que emociona a más personas? Tiene toda la pinta... :-)

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